El cara y sello cruzado

El pasado 9 de febrero, Universidad Católica levantó su copa número 15 en el Torneo Nacional y ha recibido cientos de elogios por convertirse en el tricampeón del fútbol chileno con tres directores técnicos diferentes y por un modelo de negocio que lleva años arrojando números azules, a diferencia de muchos de sus pares: es un proyecto deportivo modelo para el mercado chileno.

Todos estos resultados han sido acompañados por un impecable trabajo dirigencial que tiene un equipo de trabajo de lujo para sus jugadores. Los cruzados cuentan con director técnico, dos ayudantes técnicos, un preparador físico, entrenador de arqueros, dos kinesiólogos, dos médicos, dos utileros, dos analistas tácticos, un psicólogo deportivo. Todo un dream team que soporta los resultados deportivos de este equipo.

A esto se le suma que entrenan en la Cancha 1 del Complejo Deportivo Raimundo Tupper, cancha con medidas FIFA oficiales, y muchas veces lo hacen también en el mismo estadio San Carlos de Apoquindo. Esto, además, sin tener en cuenta que tienen las instalaciones del Fortín Cruzado, con pasto sintético, para preparar los partidos que se disputarán en ese tipo de césped.

¿Qué pasa con las cruzadas?

Las cruzadas, hasta el 2019, entrenaban tres días a la semana en la Cancha 4 del Complejo Deportivo Raimundo Tupper, que es de pasto sintético, y uno en la Cancha 2, que tiene pasto natural. Durante 2020 se mudaron a la Cancha 2 de manera permanente. Los partidos oficiales históricamente los han jugado en ella – todo un desafío a quienes llegan a San Carlos de Apoquindo en transporte público –, pero en 2020 hicieron su estreno en el torneo jugando en la Cancha 1 y, de manera muy inesperada, fueron locales en el estadio en dos ocasiones.

El equipo femenino adulto de Universidad Católica cuenta con un director técnico, un preparador físico, un kinesiólogo, una entrenadora de arqueras y una psicóloga, quienes hacen la labor de utilería en conjunto con las propias jugadoras.

El plantel de futbolistas del equipo adulto no es remunerado ni tampoco fue considerado en el envío de kits básicos de entrenamiento durante la pandemia, mientras que a los hombres se les mandaron trotadoras, bicicletas e implementos generales para un deportista que debe entrenar en casa.

Solamente algunas de las jugadoras recibieron un balón para entrenar, mientras otras debían conformarse con las máquinas y kits que tenían en sus propias casas.

El resultado de esta desidia es que las cruzadas terminaron en el quinto puesto del Grupo B del Campeonato Nacional 2020, con un total de 8 equipos en competencia, por detrás de Universidad de Chile, Colo Colo, Universidad de Concepción y Deportes Antofagasta. De momento, Universidad Católica continúa sin haber campeonado una sola vez a lo largo de su historia.

Si bien la rama femenina de la UC tiene un cuerpo técnico de nivel, y muy competente, no basta para pelear campeonatos. Para ello, además de un CT dedicado, se debe apelar a más que a la buena voluntad y disposición de las jugadoras.

Queda en evidencia que, por muchas ganas que tengan de pelear el título y seguir subiendo en la tabla de posiciones, la carga laboral o académica que llevan en su “segunda vida” no les permite llegar a esa élite de atleta que tan necesaria para alcanzar la gloria y tocar el cielo con las manos. Esa misma élite que su pares hombres viven desde hace muchos años, esa misma que ellas añoran y piden a viva voz.

Hay un componente primordial en toda esta situación, y es saber si los dirigentes pretenden que su equipo de mujeres compita, o solo participe. Sin embargo, todo parece indicar que para ellos únicamente importa que digan presente en el torneo, porque voluntad para mejorar sus condiciones, pagarles un sueldo, firmarles un contrato, permitirles jugar en el estadio San Carlos de Apoquindo todas las semanas, no se ve.

Y mientras ellos son tricampeones, ellas sueñan con que la grandeza que ostenta la institución toque a todas las categorías y no solamente se quede en el Primer Equipo.

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Carla Andrade

DIRECTORA | Ingeniera Comercial de profesión, feminista en formación y activista por el desarrollo del fútbol jugado por mujeres dentro y fuera de la cancha en Revista FutFem y Contragolpe.

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