Antonio Loma-Osorio 
La admiración por Christiane, Carla, Pancha, Karen, Camila, Paloma y tantas otras es inmensa y muy bien merecida, pero ¿y cuando no estén? Lo que urge es cambiar el foco. Dejar de estar sentados esperando a que aparezca una generación dorada por obra y gracia del Espíritu Santo, y ponerse a trabajar en que la gestión de los talentos que surjan sea constante y perdurable en el tiempo.
En Latinoamérica en general, y en Chile en particular, somos re buenos para las etiquetas. Quizás por la escasez de triunfos, o vaya Dios a saber por qué, apenas aparece un equipo o un grupo de atletas relativamente exitoso en sus respectivas disciplinas, no demoramos ni un día siquiera en comenzar a discutir si tal o cual equipo es o no la “generación dorada”.
No es sorpresa, entonces, que ante el éxito rotundo de la Selección en los últimos años, coronado con la reciente clasificación a Tokio 2020, apareciera la irrefrenable necesidad de dilucidar si este equipo califica para ser la “generación dorada” de nuestro fútbol. A la luz de los resultados, claro que lo es, pues tampoco hay mucho más a qué echar mano hacia atrás.
Pero, rigurosamente hablando, el elenco que hoy nos representa a nivel internacional cuenta, en general y sin analizar casos específicos, con tres generaciones totalmente distintas. La del Mundial Sub-20 de Chile 2008 (Endler, Araya, Pardo, Zamora); la del Mundial Sub-17 de Trinidad y Tobago 2010 (Aedo, Urrutia, Sáez); y los nuevos talentos que se han incorporado desde las series menores (Toro, Díaz, Balmaceda).
Para la discusión en el café o en la reunión de amigos, el tema es entretenido y está bien. Sin embargo, ¿tiene el asunto alguna importancia real en el desarrollo de la disciplina? ¿Conviene vivir cómodamente descansando sobre una “generación dorada”? ¿No sería mejor, acaso, aprovechar a este grupo excepcional de deportistas a modo de impulso, para ponerse a trabajar en una maquinaria que permita generar talentos que nutran constantemente a la Selección?
Como ya se mencionó, respecto del fútbol practicado por mujeres no hay un caso anterior en Chile. Entonces, se debe recurrir a otros ejemplos para graficar la inconveniencia de centrar la mirada única y exclusivamente en la “generación dorada”. Es lo que pasó con la escuadra masculina de La Roja. Años y años hablando de la generación dorada pa’ arriba y la generación dorada pa’ abajo. ¿Qué pasó? Que al final tus ídolos envejecieron, lentamente comenzaron a salir del primer orden mundial; y, cuando miraste hacia abajo y hacia el lado, te diste cuenta de que no hiciste nada por renovar esos talentos. Tanta fue la obnubilación por el grupo de privilegiados que nadie entendió que tenía fecha de vencimiento.
Ahí radica precisamente el miedo. La admiración por Christiane, Carla, Pancha, Karen, Camila, Paloma y tantas otras es inmensa y muy bien merecida, pero ¿y cuando no estén?… Lo que urge es cambiar el foco. Dejar de estar sentados esperando a que aparezca una generación dorada por obra y gracia del Espíritu Santo, y ponerse a trabajar en que la gestión de los talentos que surjan sea constante y perdurable en el tiempo.
Bajo la administración de Sebastián Moreno en la ANFP, se creó un plan de trabajo para que la iniciación deportiva de las futbolistas fuera mucho más temprana de lo que es hasta ahora; algo esencial para competir en el alto rendimiento. Se dio vida, incluso, a una inédita Selección Sub-15. Y, bajo el comando técnico del actual entrenador de la Selección Absoluta, José Letelier, se ideó una completa estrategia de desarrollo para niñas que aspiraran a ser seleccionadas nacionales.
Hoy hay una nueva administración en Quilín, ¿y el plan de desarrollo? Bien, gracias. Ahí está, durmiendo. La Primera B del fútbol “profesional” chileno, también creada en la dirigencia anterior, de la misma manera descansa plácidamente a la espera de que suene el reloj despertador.
Por el lado de iniciativas gubernamentales, ¿algún torneo nacional escolar de futbol para mujeres? Que se sepa, nada. ¿Algún programa de desarrollo? Nones. Hasta el momento, todo indica que nos tendremos que conformar con alabar a la generación dorada y rogarle a Diosito para que aparezca pronto otra…
Qué fastidio compararse con las grandes potencias, pero como los tercermundistas que somos, respecto de políticas deportivas, parece que no nos queda otra. Cuando Estados Unidos dominaba el orbe a finales de los ’90, no creo que los norteamericanos hayan descansado pensando en que Julie Foudy, Mia Hamm, Brandi Chastain o Tiffeny Milbrett fuesen la generación dorada. Para nada, pues una y dos décadas después, con nombres totalmente distintos (Lloyd, Heath, Morgan, Press y un largo etcétera) las Barras y las Estrellas siguen dominando el mundo.
Francia habrá creído que su generación dorada era la comandada por Eugenie Le Sommer y Wendie Renard… Pero resulta que las delanteras titulares de Les Bleues que le dieron un baile a Inglaterra en la última fecha FIFA fueron Sandy Baltimore y Marie-Antoinette Katoto, de 21 y 22 años de edad, respectivamente.
En uno de los discursos más recordados que nos dejó el Mundial de Francia, la brasileña Marta se mandó una arenga que aún eriza la piel. “No tendrán a Marta para siempre, no tendrán a Formiga para siempre, no tendrán a Cristiane para siempre. De ustedes, niñas, depende que esto siga“, dijo la leyenda viviente.
Este fin de semana arrancó el Campeonato Nacional de Primera División y los estrenos goleadores de Emma González en la U, de Ángela Madriaga en Audax Italiano y de Constanza Oliver en Colo-Colo, nos llenaron de ilusión. Ojalá alguien atine, le haga caso a la Diosa Marta, y entienda que el talento innato de Emma, Constanza, Ángela y de muchas otras necesita ser bien enrielado y capitalizado, para no seguir dependiendo ad eternum de la aparición de una generación dorada.
Foto: Comunicaciones ANFP
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